viernes, 25 de julio de 2014

Intereconomía.

El cierre de una empresa siempre es una desgracia. El de un medio de comunicación alcanza el grado de tragedia habida cuenta de los altísimos índices de paro en el periodismo y en el audiovisual. Salvo algún caso excepcional, como pueda ser un canal de videncia o de teletimos, jamás me ha hecho la menor gracia que haya compañeros que pasen a engrosar las listas del paro.
Es evidente, pues, que tampoco deseo ni aplaudo la situación por la que está pasando Interconomía y que ya lleva un par de EREs sin que el futuro de este canal ultraliberal y ultraconservador (curioso como dos conceptos antagónicos en el siglo XIX hoy van de la mano) termine de aclararse. Pero también he de confesar que no siento la menor simpatía ni aprecio por Intereconomía. Comprendo y apoyo que en una sociedad libre y democrática existan medios de comunicación de todas las opiniones, filosofías y tendencias siempre que no promuevan ni apoyen actividades delictivas. Pero también apoyo, valoro y busco la objetividad, la ecuanimidad y la coherencia y con esto Intereconomía no tiene nada que ver.

Intereconomía carece por completo de objetividad. Para este canal todo lo público es un desastre, una ruina y un despilfarro mientras que todo lo privado es eficiente, eficaz y maravilloso. Para este canal los sindicatos son una panda de vagos, sangijuelas y vividores mientras que la patronal es un club de abnegados emprendedores que con su trabajo y esfuerzo levantan el país. Para Intereconomía Zapatero es los culpables de la crisis, de la prima de riesgo, del desempleo, del hundimiento del Titanic y de la muerte de Manolete mientras que Rajoy es para ellos el gran líder que no sin esfuerzo acabará con el paro, saneará la economía, conseguirá la devolución de Gibraltar y que el primer astronauta que pise Marte clave en su superficie la bandera rojigualda. Para Intereconomía los manifestantes son una panda de perroflautas manipulados por la izquierda que cuestionan la legitimidad de la soberanía popular expresada en las elecciones; salvo que los que se manifiesten lo hagan en contra del aborto o a favor de la familia en cuyo caso se trata de la legítima respuesta en la calle del pueblo español.  Según Intereconomía nuestros astronómicos sueldos deben bajar para que España sea competitiva (no dicen con quién hay que competir, aunque todo apunta a China, Bangladesh o Camboya) y los deshacucios son el justo castigo que sufren aquellos que se han atrevido a vivir por encima de sus posibilidades.
Parece simplista esta filosofía, y lo es, pero es la que aplica este canal. Intereconomía tiene como definición ideológica ser de derechas, y de hecho afirman estar orgullosos de serlo. Por supuesto son un medio patriótico españolista y también se definen como católicos. Aunque Intereconomía, identifica maniqueamente derechas y catolicismo e ignora sistemáticamente a colectivos católicos de caracter progresista como el SAIN, la HOAC o la Juventud Obrera Cristiana. Ni que decir tiene que en esta casa se hace caso omiso de la Doctrina Social de la Iglesia.  
Intereconomía no es católica, es farisea. No merece ser llamado de otra manera un medio que se da contínuamente golpes de pecho por el elevado desempleo y al que no se le cae el nombre de España de la boca pero que sin embargo emite un spot en el que por sus buenas infraestructuras y sus preparados profesionales se animaba a los empresarios a invertir en Marruecos.  O que no cesa de repetir lo de que " hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades" mientras que anuncian vehículos de alta gama con los que los desempleados podran recorrer mundo buscando trabajo; o urbanizaciones de lujo con campo de golf donde seguro que los deshauciados hallarán un techo bajo el que cobijarse.

Hoy Intereconomía ha dejado de emitir para toda España. Conserva sus licencias de emisión en las comunidades madrileña y valenciana, curiosamente allí donde la trama Gürtel, "ignorada" por la propia Intereconomía ha campeado por sus anchas. En el resto del estado hay buscarla en plataformas. No parece incoherente, en cualquier caso, que un medio que ha defendido una educación y una sanidad privadas al alcance de quien pueda pagárselas de pago haya que pagar por verlo. Estoy seguro de que los banqueros, especuladores, brokers y consejeros de grandes multinacionales a los que Intereconomía no ha dejado de jalear y palmear se abonarán a ese televisión que no ha dejado de bailarles el agua.

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